26.1.13

El hombre que vendía petróleo.








Al final de la tarde siempre estaba ansiosa con la llegada de mi papa. Yo sabía que después de oír pasar un carro con dos caballos bajando la calle, el tiempo de ahí más o menos 20 pasos largos de mi habitación hasta la ventana del salón, mi papa metía la llave en la cerradura de la puerta que daba a la calle.

En esa tarde esperé oír el carro pero no sabía lo que estaba pasando, de repente el ruido que venía de la calle era un poco confuso, algunas voces de mujeres gritando, por los cristales no podía ver nada, solo que seguía nevando. Volví a mi habitación pero mi curiosidad era grande... y mi papa que no llegaba... Mi maman en la cocina no se estaba dando cuenta de nada porque estaba en otro lado de la casa al fondo del pasillo. El viento estaba soplando fuerte y podía ahora ver gente subiendo la calle corriendo.

Mi maman llegó cerca de mí diciendo que le estaba haciendo falta algo para la comida que ya no me acuerdo, yo de seguida le dije que iba a la tienda que quedaba al lado de mi casa y salí corriendo olvidando el dinero que ella había ido a buscar al monedero que estaba en el bolsillo del abrigo colgado en un guardarropas o paragüero en el pasillo.

Sujetando mi bufanda con una mano y con la otra protegiendo los ojos por el viento que hacía, había dejado de nevar, miré hacia arriba y vi un espectáculo horrible. El carro, el carro de los caballos del hombre que vendía petróleo estaba en el medio de la calle, un caballo estaba de pié y el otro caído. Había como veinte personas intentando levantar el pobre animal.

No quise ver más, volví a entrar en casa sin haber comprado lo que mi maman necesitaba, me fui corriendo para mi habitación me eché en la cama, escondí mi cara en la almohada y lloré tanto, tanto que hasta dormí…Sentí mi papa haciendo caricias en mi cara y limpiando las lágrimas que aún no habían secado. La primera cosa que pregunté fue si el caballo ya estaba de pié. Mi papa sonrió y dijo que si que no le pasó nada, que menos mal los barriles de petróleo ya venían casi vacios, y con la ayuda de la gente, el animal se levantó y no le pasó nada.

Este recuerdo se quedó durante toda mi vida en mi memoria y hoy mirando a la imagen arriba de seguida me vino al pensamiento ese triste fin de tarde que tuvo un final feliz. Todas las tardes aquella misma hora me acercaba de la ventana pero de ahí a unos tiempos dejé de oír los caballos.

Mi papa un día llegó a casa diciendo que el hombre se había cambiado para otra parte de la ciudad y que había acabado con el negocio del petróleo. Toda la gente ya cocinaba a gas y se había jubilado.

-Y los caballos? pregunté.

No me supo responder.


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